Uno de los pilares fundamentales de la Economía y del conocimiento popular es la famosa Ley de la Demanda, que en román paladino puede expresarse así: si el precio baja se demanda más, si el precio sube se demanda menos. La validez de esta Ley es tan universal que hace años se ha podido comprobar incluso en animales de laboratorio (ratas, en concreto). Los ejemplos en el mundo real que ratifican la validez de la Ley de la Demanda son tan ubicuos que dicha ley forma ya parte de la lógica económica más elemental.
También es cierto que hay muchos ejemplos en los que la ley aparentemente no se cumple. De hecho si no fuese así no necesitaríamos directores de marketing cuyo objetivo es vender más a un precio más alto... Sin embargo, entendida la Ley como una tendencia a consumir menos de aquellos productos cuyo precio sube ceteris paribus (si todo lo demás, incluidos los precios de los demás productos, la renta disponible, las mismas campañas de marketing, o el mismo color del etiquetado...) puede considerarse como algo cierto y apoyado en una sólida evidencia empírica.
¡Qué tontería!, ¿no?. Vamos... es algo tan obvio... pero ¿por qué? ¿Por qué consumimos menos de un producto cuando sube su precio? ¿Depende de algún tipo de condicionamiento genético que compartimos con las ratas del laboratorio mencionadas antes? ¿O son las propias matemáticas del intercambio las que hacen imposible seguir comprando lo mismo que antes de la subida de precio? ¿Importa algo?
Lo cierto es que la forma en la que respondamos a la pregunta anterior nos permitirá ir más o menos lejos en nuestro conocimiento. Como economista tiendo a creer que existe un proceso racional, una explicación lógica, para la Ley de la Demanda. Habrá que comprobar no obstante si dichos supuestos racionales encajan mejor o peor con lo que observamos en el mundo real.
Pero... ¿a qué me refiero con "lo que observamos en el mundo real"? ¿Es acaso posible la observación pura en Economía? Por acotar la discusión me limitaré a enunciar algunos fenómenos que parecen evidentes (y que se pueden observar) en términos generales.
1) Las personas tienen una restricción presupuestaria. La cantidad de cosas que alguien puede comprar es limitada. Normalmente cuando aumenta la renta se suele consumir más y viceversa. (Hay casos en los que no ocurre y una buena teoría debería explicarlos).
2) Cuando sube el precio de un bien (y los de los demás permanecen constantes) se tiende a consumir menos de ese bien y de los bienes complementarios. Ejemplo: si sube el precio de las salchichas no sólo se comprarán menos salchichas sino que también se comprarán menos panecillos para salchichas (a igualdad de precio de los mismos)
3) Cuando sube el precio de un bien (y los de los demás permanecen constantes) se tiende a consumir más de los productos sustitutos. En el caso anterior un encarecimiento de las salchichas puede conducirnos a consumir más hamburguesas (sustituimos una cosa más cara por otra).
Una buena explicación de la Ley de la Demanda debería poder dar razón de los puntos 1), 2) y 3). Vamos a intentarlo.
Una hipótesis, como mencionábamos antes, puede venir por el hecho de que si el precio de un producto sube, y no tengo más dinero en el bolsillo, sencillamente no puedo seguir comprando lo mismo que antes: mi renta ha bajado. Si los consumidores fuesen seres tan absolutamente irracionales que al acudir al supermercado llenasen en carro aleatoriamente con productos hasta agotar su presupuesto la Ley de la Demanda se mantendría. ¿Seguro? Sí. Un ejemplo muy sencillo:
Supongamos que estamos en una isla con una tienda y mil vecinos. En la tienda sólo hay cocos y plátanos. Los cocos valen 2 monedas y los plátanos 1. Cada habitante dispone de 10 monedas diarias para gastar. Deciden lo que compran lanzando monedas al aire. Algunos isleños se gastan hoy las 10 monedas en cocos (y compran 5 cocos y 0 plátanos) y otros en plátanos (y compran 10 plátanos y 0 cocos). Muchos de ellos compran "cestas" (1 coco y 8 plátanos, 2 cocos y 6 plátanos, etc.). Como compran de forma irracional y aleatoria, de media compran 2,5 cocos y 5 plátanos cada uno. Como hay 1000 isleños el consumo diario en toda la isla será de 2500 cocos y 5000 plátanos.
Al día siguiente, el tendero (que es muy listo) y ante una previsible escasez de plátanos, decide subir el precio de los mismos a 1,25. ¿Cómo sabe el tendero que va a vender menos plátanos?. Bueno... al día siguiente los isleños vuelven a la tienda con sus monedas y las van lanzando al aire. Los que consumen sólo cocos vuelven a comprar 5 cocos y 0 plátanos, pero los que compran sólo plátanos ya no pueden comprar 10, sino sólo 8. De media los isleños compran 2,5 cocos y 4 plátanos... lo que hace un total de 2500 cocos y 4000 plátanos.
Vemos que con consumidores totalmente irracionales la Ley de la Demanda (a mayor precio, menor cantidad) se cumple. Pero... ¿se cumplen las observaciones sobre bienes complementarios y sustitutivos?. En principio no. Si la Ley de la Demanda se sustenta sólo por una mayor restricción presupuestaria sólo observaríamos que se cumple para los bienes cuyo precio varía y no apreciaríamos un efecto en las demandas de los bienes sustitutivos y complementarios. La explicación no es del todo satisfactoria.
Otra posible explicación es que los consumidores no son unos "cabeza huecas" que lanzan monedas al aire. Son personas con unos determinados hábitos de consumo. Cada uno de ellos acude cada día a la tienda y compra exactamente lo mismo, su combinación favorita de cocos y plátanos. Supongamos que uno de ellos compra todos los días 2 cocos y 6 plátanos. El día que el precio de los plátanos sube no puede comprar lo que acostumbra ya que en lugar de 10 monedas su compra vale 11,50. Mmmm... tiene un problema. De alguna manera tiene que comprar menos. Podría comprar 2 cocos y 4 plátanos (y pico...) o cambiar completamente la composiciń de la cesta. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que probablemente consumirá o menos plátanos o menos cocos o un poco menos de ambos. ¿Explica esto un poco mejor los puntos 2) y 3) anteriores?. En principio sí en el sentido de que abre la puerta a que la variación de precios de un bien afecte de alguna manera a las cantidades demandadas de otros. Más allá de ésto no parece que podamos seguir ya que no hay nada en la explicación que nos diga cómo ese consumidor elige una nueva cesta de bienes en respuesta a su nueva restricción presupuestaria.
¿Tenemos alguna otra explicación?. Bueno... tenemos por lo menos unos supuestos que permiten reconciliar las observaciones y cuyas predicciones pueden ser puestas a prueba empíricamente. Básicamente necesitamos incorporar unos axiomas muy simples pero que permiten tratar el problema de forma matemática. Lo único que necesitamos suponer es lo siguiente:
a) que los consumidores tienen preferencias, esto es, que tienen algún tipo de "gusto" por las cosas, que prefieren unas cosas a otras. No parece un supuesto muy arriesgado
b) que dichas preferencias son completas. Esto quiere decir que si preguntamos a una persona si prefiere más cocos o más plátanos nos dirá si prefiere cocos, plátanos o que le da igual una cosa que otra. La única respuesta que no consideramos válida es "no sabe/no contesta".
c) que las preferencias sean transitivas: si alguien dice que prefiere A a B y B a C preferirá también A a C.
A partir de aquí se puede construir un modelo matemático de la elección del consumidor. La introducción además de la definición de un bien como aquello en lo que se prefiere lo más a lo menos (mejor 2 cocos que 1) todavía nos acerca más. Si además incorporamos el supuesto de que la utilidad que nos reportan unidades adicionales de un bien son cada vez menores (el primer vaso de agua cuando tengo sed me alivia mucho... el número 12 apenas me aporta ya nada) el modelo queda completo y su validación con las observaciones empíricas está ya fuera de toda duda.
Con los supuestos anteriores podemos construir un modelo matemático que explique los 3 puntos anteriores. No desarrollaré aquí el modelo ya que se puede encontrar en cualquier libro de introducción a la Economía. La ventaja del modelo anterior no es sólo su demostrada validez en la práctica sino que ha permitido estudiar el problema en detalle y definir conceptos de gran utilidad explicatoria: efectos renta y sustitución, elasticidad de la demanda, etc...
Los economistas no pensamos que las personas sean calculadoras capaces de resolver complicados problemas de optimización. Lo que sí observamos es que en términos agregados las personas se comportan como si lo fuesen. En definitiva... algo parecido a ésto.
También es cierto que hay muchos ejemplos en los que la ley aparentemente no se cumple. De hecho si no fuese así no necesitaríamos directores de marketing cuyo objetivo es vender más a un precio más alto... Sin embargo, entendida la Ley como una tendencia a consumir menos de aquellos productos cuyo precio sube ceteris paribus (si todo lo demás, incluidos los precios de los demás productos, la renta disponible, las mismas campañas de marketing, o el mismo color del etiquetado...) puede considerarse como algo cierto y apoyado en una sólida evidencia empírica.
¡Qué tontería!, ¿no?. Vamos... es algo tan obvio... pero ¿por qué? ¿Por qué consumimos menos de un producto cuando sube su precio? ¿Depende de algún tipo de condicionamiento genético que compartimos con las ratas del laboratorio mencionadas antes? ¿O son las propias matemáticas del intercambio las que hacen imposible seguir comprando lo mismo que antes de la subida de precio? ¿Importa algo?
Lo cierto es que la forma en la que respondamos a la pregunta anterior nos permitirá ir más o menos lejos en nuestro conocimiento. Como economista tiendo a creer que existe un proceso racional, una explicación lógica, para la Ley de la Demanda. Habrá que comprobar no obstante si dichos supuestos racionales encajan mejor o peor con lo que observamos en el mundo real.
Pero... ¿a qué me refiero con "lo que observamos en el mundo real"? ¿Es acaso posible la observación pura en Economía? Por acotar la discusión me limitaré a enunciar algunos fenómenos que parecen evidentes (y que se pueden observar) en términos generales.
1) Las personas tienen una restricción presupuestaria. La cantidad de cosas que alguien puede comprar es limitada. Normalmente cuando aumenta la renta se suele consumir más y viceversa. (Hay casos en los que no ocurre y una buena teoría debería explicarlos).
2) Cuando sube el precio de un bien (y los de los demás permanecen constantes) se tiende a consumir menos de ese bien y de los bienes complementarios. Ejemplo: si sube el precio de las salchichas no sólo se comprarán menos salchichas sino que también se comprarán menos panecillos para salchichas (a igualdad de precio de los mismos)
3) Cuando sube el precio de un bien (y los de los demás permanecen constantes) se tiende a consumir más de los productos sustitutos. En el caso anterior un encarecimiento de las salchichas puede conducirnos a consumir más hamburguesas (sustituimos una cosa más cara por otra).
Una buena explicación de la Ley de la Demanda debería poder dar razón de los puntos 1), 2) y 3). Vamos a intentarlo.
Una hipótesis, como mencionábamos antes, puede venir por el hecho de que si el precio de un producto sube, y no tengo más dinero en el bolsillo, sencillamente no puedo seguir comprando lo mismo que antes: mi renta ha bajado. Si los consumidores fuesen seres tan absolutamente irracionales que al acudir al supermercado llenasen en carro aleatoriamente con productos hasta agotar su presupuesto la Ley de la Demanda se mantendría. ¿Seguro? Sí. Un ejemplo muy sencillo:
Supongamos que estamos en una isla con una tienda y mil vecinos. En la tienda sólo hay cocos y plátanos. Los cocos valen 2 monedas y los plátanos 1. Cada habitante dispone de 10 monedas diarias para gastar. Deciden lo que compran lanzando monedas al aire. Algunos isleños se gastan hoy las 10 monedas en cocos (y compran 5 cocos y 0 plátanos) y otros en plátanos (y compran 10 plátanos y 0 cocos). Muchos de ellos compran "cestas" (1 coco y 8 plátanos, 2 cocos y 6 plátanos, etc.). Como compran de forma irracional y aleatoria, de media compran 2,5 cocos y 5 plátanos cada uno. Como hay 1000 isleños el consumo diario en toda la isla será de 2500 cocos y 5000 plátanos.
Al día siguiente, el tendero (que es muy listo) y ante una previsible escasez de plátanos, decide subir el precio de los mismos a 1,25. ¿Cómo sabe el tendero que va a vender menos plátanos?. Bueno... al día siguiente los isleños vuelven a la tienda con sus monedas y las van lanzando al aire. Los que consumen sólo cocos vuelven a comprar 5 cocos y 0 plátanos, pero los que compran sólo plátanos ya no pueden comprar 10, sino sólo 8. De media los isleños compran 2,5 cocos y 4 plátanos... lo que hace un total de 2500 cocos y 4000 plátanos.
Vemos que con consumidores totalmente irracionales la Ley de la Demanda (a mayor precio, menor cantidad) se cumple. Pero... ¿se cumplen las observaciones sobre bienes complementarios y sustitutivos?. En principio no. Si la Ley de la Demanda se sustenta sólo por una mayor restricción presupuestaria sólo observaríamos que se cumple para los bienes cuyo precio varía y no apreciaríamos un efecto en las demandas de los bienes sustitutivos y complementarios. La explicación no es del todo satisfactoria.
Otra posible explicación es que los consumidores no son unos "cabeza huecas" que lanzan monedas al aire. Son personas con unos determinados hábitos de consumo. Cada uno de ellos acude cada día a la tienda y compra exactamente lo mismo, su combinación favorita de cocos y plátanos. Supongamos que uno de ellos compra todos los días 2 cocos y 6 plátanos. El día que el precio de los plátanos sube no puede comprar lo que acostumbra ya que en lugar de 10 monedas su compra vale 11,50. Mmmm... tiene un problema. De alguna manera tiene que comprar menos. Podría comprar 2 cocos y 4 plátanos (y pico...) o cambiar completamente la composiciń de la cesta. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que probablemente consumirá o menos plátanos o menos cocos o un poco menos de ambos. ¿Explica esto un poco mejor los puntos 2) y 3) anteriores?. En principio sí en el sentido de que abre la puerta a que la variación de precios de un bien afecte de alguna manera a las cantidades demandadas de otros. Más allá de ésto no parece que podamos seguir ya que no hay nada en la explicación que nos diga cómo ese consumidor elige una nueva cesta de bienes en respuesta a su nueva restricción presupuestaria.
¿Tenemos alguna otra explicación?. Bueno... tenemos por lo menos unos supuestos que permiten reconciliar las observaciones y cuyas predicciones pueden ser puestas a prueba empíricamente. Básicamente necesitamos incorporar unos axiomas muy simples pero que permiten tratar el problema de forma matemática. Lo único que necesitamos suponer es lo siguiente:
a) que los consumidores tienen preferencias, esto es, que tienen algún tipo de "gusto" por las cosas, que prefieren unas cosas a otras. No parece un supuesto muy arriesgado
b) que dichas preferencias son completas. Esto quiere decir que si preguntamos a una persona si prefiere más cocos o más plátanos nos dirá si prefiere cocos, plátanos o que le da igual una cosa que otra. La única respuesta que no consideramos válida es "no sabe/no contesta".
c) que las preferencias sean transitivas: si alguien dice que prefiere A a B y B a C preferirá también A a C.
A partir de aquí se puede construir un modelo matemático de la elección del consumidor. La introducción además de la definición de un bien como aquello en lo que se prefiere lo más a lo menos (mejor 2 cocos que 1) todavía nos acerca más. Si además incorporamos el supuesto de que la utilidad que nos reportan unidades adicionales de un bien son cada vez menores (el primer vaso de agua cuando tengo sed me alivia mucho... el número 12 apenas me aporta ya nada) el modelo queda completo y su validación con las observaciones empíricas está ya fuera de toda duda.
Con los supuestos anteriores podemos construir un modelo matemático que explique los 3 puntos anteriores. No desarrollaré aquí el modelo ya que se puede encontrar en cualquier libro de introducción a la Economía. La ventaja del modelo anterior no es sólo su demostrada validez en la práctica sino que ha permitido estudiar el problema en detalle y definir conceptos de gran utilidad explicatoria: efectos renta y sustitución, elasticidad de la demanda, etc...
Los economistas no pensamos que las personas sean calculadoras capaces de resolver complicados problemas de optimización. Lo que sí observamos es que en términos agregados las personas se comportan como si lo fuesen. En definitiva... algo parecido a ésto.
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ResponderEliminarBecker, Gary 1962. Irrational behavior and economic theory. Journal of Political Economy 70, 1-13.
Aquí Gary Becker mostró que la ley de la demanda se puede derivar como consecuencias a nivel de mercados de elecciones aleatorias por parte de individuos sujetos a restricciones presupuestarias. Hizo lo mismo con la ley de la oferta.
José Luis,
ResponderEliminarGracias. Conozco el artículo (de hecho, lo recomendé aquí). Me causó una profunda impresión la primera vez que lo leí y lo tengo como una referencia ineludible cada vez que se discute el tema de la "racionalidad".
En realidad esta entrada me la ha motivado mi libro de cabecera de estas semanas: Conscilience de Edward O. Wilson y su sugerencia de engarzar todo el conocimiento y en nuestro caso el de la Economía con su base biológica.
En concreto pienso que si bien puede ser un tema interesante saber "lo que hay debajo" creo que nos basta con saber que lo que hacemos los economistas no es incompatible con el conocimiento que tenemos de la naturaleza humana y la biología. Algo así como que no necesitamos conocer la naturaleza del núcleo atómico del nitrógeno para poder formular la Ley de Dalton. O que podemos escribir estupendas historias sin conocer la etimología exacta de cada palabra. Está bien saber sobre el átomo y etimología (hasta griego), pero no creo que sea necesario ni que vaya a aportar grandes cosas como sugiere Wilson...
Un saludo,
Pedro
Cierto, había leído esa entrada y no me acordaba de que citaras el artículo. Pero bueno, creo que está bien recordarlo también en esta otra.
EliminarSaludos,