domingo, 12 de febrero de 2023

Públicos...

Sucedió hace unos años y hasta hace unos pocos días no lo había vuelto a recordar. Supongo que sería la Asociación Gayarre de Amigos de la Ópera que trajo Rigoletto al Teatro Gayarre. No es que la ópera me apasione pero no tenía nada mejor que hacer de manera que acabé en un palco. A mi lado había una señora de mediana edad. Supuse que sería alguna persona melómana amante de la ópera y que probablemente conocía aquella partitura al dedillo. Yo a su lado lo único que podía pretender era aparentar no ser un bárbaro y disimular con un rictus de exquisitez impostada mi incultura operística.

¡Qué equivocado estaba! Al final resulta que sí que conocía muchos fragmentos de la ópera, el libreto lo había leído antes y pude seguir la acción con cierta soltura y reconozco que lo pasé bastante bien. Por otro lado la señora de al lado... digamos que lo único que le faltó fue sacar unos torreznos de Soria en el primer acto y ponerse a masticarlos con fruición. No... no hizo eso... hizo algo peor: cuando empezó a sonar La Donna è Mobile ¡se puso a tararearla a mi lado!. La miré con cierto disgusto (también un poco impostado ahora que cambiaban las tornas y yo era el melómano y ella la bárbara) y pensé: "esta también la sé tararear yo, no te jode...".

Cuando analizo esta anécdota años después me doy cuenta de que el problema no estribaba en tararear La Donna è Mobile (o destrozar el Nessun Dorma en la ducha) sino en hacerlo en ese contexto. Un contexto unidireccional en el que los artistas interpretan con la mayor de sus habilidades y aptitudes una partitura y en la que la labor del público se limita a tratar de disfrutarla. Por supuesto la actitud crítica impostada es casi obligatoria en algunos espectáculos, pero eso es otro tema.

De modo que vamos a asumir que está mal tararear en la ópera. Sin embargo parece que no está mal dar palmas a destiempo en el Concierto de Año Nuevo en Viena.


No sé yo si disfrutaría mucho dando palmas a destiempo pero si hubiera disfrutado mucho entre el público del siguiente vídeo respondiendo a Freddie Mercury:



Es habitual en los conciertos de música popular moderna que el público cante los estribillos y acompañe a la banda en sus temas. Y a veces pone los pelos de punta. Gente que quiere pasarlo bien y canta, grita y se emociona. 

Pero hay veces en las que el público se presta a algo más. Hay veces que el público se convierte en otro músico


 o en un coro



o en un instrumento




Si os soy sincero no me imagino a la señora que tarareaba en Rigoletto cantando el Ave Maria de Gounod con Bobby McFerrin pero seguramente es porque no me la imagino entre ese público (soy consciente de que esto puede sonar bastante snob, pero lo siento así). Hay públicos y públicos y tal vez el público que aplaude a destiempo en Viena no es en el que me gustaría estar. Pero sí hay sitios donde me gustaría haber estado: entre un público que no solo canta a tres voces el estribillo de tu canción sino que es capaz de darte un "sol" cuando se lo pides...