miércoles, 22 de febrero de 2012

El día de la Igualdad Salarial

Me entero por la prensa de que hoy es el Día de la Igualdad Salarial y he decidido recopilar algunos datos en relación a la distinta remuneración que reciben hombres y mujeres. He de decir, que a priori una discriminación por cuestión de sexo de un 22% en el salario me parece lo suficientemente escandalosa como para que se me enciendan todas las alarmas en mi olfato de economista: si la brecha es realmente tan grande no entiendo cómo las empresas no contratan mayoritariamente a mujeres haciéndose de ésta manera mucho más competitivas y más rentables... algo no cuadra. No quiero decir que no existan actitudes sexistas e incluso componentes discriminatorios en algunas ocupaciones (por ejemplo, no creo que exista discriminación en la función pública), pero creo que el problema merece un análisis más exhaustivo: el primer paso para resolver un problema consiste en plantearlo de forma adecuada.

Los hombres y las mujeres participan de forma distinta en el mercado laboral. Incluso en la propia decisión de participar. La variable que mide la participación en el mercado laboral es la tasa de actividad. Dicha tasa mide el porcentaje de personas que están ocupadas o buscando empleo (paradas). Normalmente, la tasa de actividad es pequeña para gente muy joven (están estudiando), sube hasta alcanzar un nivel que se mantiene en los años medios de la vida y va cayendo al final. A continuación presento una gráfica con las tasas de actividad para hombres, mujeres y total de la economía española, datos del INE, último trimestre del año pasado:

Aunque la gráfica se corresponde a un lugar (España) y un momento (último trimestre de 2011) concretos es el típico perfil de tasas de actividad para hombres y mujeres. De hecho, en algunos casos se ve un repunte en la tasa de actividad de las mujeres a partir de los 40-45 años, pero siempre por debajo de la de los hombres. ¿Por qué es ésto así? Probablemente la biología o el reparto de roles tengan algo que ver. Hay mujeres que deciden no participar en el mercado laboral, de la misma manera que hay hombres que deciden no hacerlo, pero son más ellas que ellos.

Las mujeres participan menos. Y las que participan... ¿cobran menos?. A continuación, los datos del INE (datos de 2009, los más recientes):
Efectivamente, las mujeres cobran menos que los hombres en todas las franjas de edad. La diferencia es menor en las franjas de edad en las que la tasa de actividad es similar y se amplía la brecha con la edad para disminuir al final. (El dato de más de 65 años para las mujeres es estadísticamente poco significativo en la encuesta del INE). Si combinamos los salarios percibidos por franja de edad y los ponderamos por la tasa de actividad la brecha se reduce muy poco.

De modo que efectivamente, el salario percibido es sensiblemente menor. Los estudios sobre discriminación salarial tratan de identificar qué parte de la diferencia puede explicarse por motivos objetivos (diferencias en habilidades, formación, duración de la jornada, absentismo, etc.) dejando la parte inexplicada a la discriminación. Por ejemplo, si el director de un periódico gana más que la señora de la limpieza habrá factores objetivos que expliquen la diferencia salarial, de la misma manera que mi médico de cabecera (una doctora) gana más que el chico de la recepción del centro de salud. Lo cierto es que existen numerosos trabajos que tratan de equilibrar las variables que afectan el salario percibido y en muchos de ellos todavía se aprecian diferencias salariales, aunque la diferencia no explicada es mucho menor que el 22% que hoy vemos en la prensa. Las diferencias entre países son importantes y la toma en consideración de algunas variables también. Por ejemplo, si se separan 3 sexos, y no dos, las mujeres que no abandonan el mercado laboral por maternidad cobran más que las otras y en algunas categorías las mujeres cobran más que los hombres.

Hay también estudios, como los que se refieren aquí que tratan de averiguar si existe un componente discriminatorio examinando las diferencias entre hombres y mujeres que reciben una remuneración por rendimiento: esto es, hombres y mujeres que van en un porcentaje a variable y cuyo esfuerzo se ve reflejado en el salario finalmente percibido. Los autores encuentran diferencias entre hombres y mujeres y las atribuyen a una menor flexibilidad de las mujeres para aceptar otros empleos (prefieren más estabilidad a un salario más alto). Estudios de este tipo en otros países dan resultados contradictorios.


Para terminar, me gustaría presentar unos últimos datos finales que pueden hacernos reflexionar. También son datos del INE, de la Encuesta de Costes Laborales (tercer trimestre de 2011):

                     Coste total
Total                    2456,91
Industria                2796,76
Construcción             2517,27
Servicios                2381,58

Son los costes laborales totales mensuales en cada uno de los tres sectores principales, para los que tenemos también la proporción de empleados hombres y mujeres (último trimestre de 2011):

                       Ambos sexos Varones Mujeres
Total                        100,0   100,0   100,0
Agricultura                    4,5     6,1     2,6
Industria                     14,2    19,6     7,6
Construcción                   7,2    12,0      1,2
Servicios                     74,1    62,3     88,6

Como se puede apreciar, un porcentaje muy superior de hombres trabajan en la industria y en la construcción, mientras que el 88% por ciento de las mujeres trabajan en los servicios. Si tratamos de combinar ambas tablas (obviando el dato de la agricultura para el que no tengo coste laboral mensual) y utilizamos la segunda para dar pesos o ponderaciones al coste laboral medio de hombres y mujeres vemos que el coste laboral de un hombre medio es de 2485 € al mes mientras que el de las mujeres es de 2415 €. Un 2,8% menos.

No sé cuál es la medida correcta de la discriminación. Parece claro que un porcentaje alto de la diferencia salarial puede explicarse por razones objetivas. La importancia que unos y unas dan a la estabilidad en el empleo, la diferente percepción del riesgo y en consecuencia de afrontar retos profesionales distintos, la mayor inclinación a "sacar unas oposiciones"... Lo más preocupante es la discriminación que se produce de facto en quienes aluden continuamente a la discriminación centrándose en las diferencias sin hacer el esfuerzo de entenderlas.

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