domingo, 12 de febrero de 2023

Públicos...

Sucedió hace unos años y hasta hace unos pocos días no lo había vuelto a recordar. Supongo que sería la Asociación Gayarre de Amigos de la Ópera que trajo Rigoletto al Teatro Gayarre. No es que la ópera me apasione pero no tenía nada mejor que hacer de manera que acabé en un palco. A mi lado había una señora de mediana edad. Supuse que sería alguna persona melómana amante de la ópera y que probablemente conocía aquella partitura al dedillo. Yo a su lado lo único que podía pretender era aparentar no ser un bárbaro y disimular con un rictus de exquisitez impostada mi incultura operística.

¡Qué equivocado estaba! Al final resulta que sí que conocía muchos fragmentos de la ópera, el libreto lo había leído antes y pude seguir la acción con cierta soltura y reconozco que lo pasé bastante bien. Por otro lado la señora de al lado... digamos que lo único que le faltó fue sacar unos torreznos de Soria en el primer acto y ponerse a masticarlos con fruición. No... no hizo eso... hizo algo peor: cuando empezó a sonar La Donna è Mobile ¡se puso a tararearla a mi lado!. La miré con cierto disgusto (también un poco impostado ahora que cambiaban las tornas y yo era el melómano y ella la bárbara) y pensé: "esta también la sé tararear yo, no te jode...".

Cuando analizo esta anécdota años después me doy cuenta de que el problema no estribaba en tararear La Donna è Mobile (o destrozar el Nessun Dorma en la ducha) sino en hacerlo en ese contexto. Un contexto unidireccional en el que los artistas interpretan con la mayor de sus habilidades y aptitudes una partitura y en la que la labor del público se limita a tratar de disfrutarla. Por supuesto la actitud crítica impostada es casi obligatoria en algunos espectáculos, pero eso es otro tema.

De modo que vamos a asumir que está mal tararear en la ópera. Sin embargo parece que no está mal dar palmas a destiempo en el Concierto de Año Nuevo en Viena.


No sé yo si disfrutaría mucho dando palmas a destiempo pero si hubiera disfrutado mucho entre el público del siguiente vídeo respondiendo a Freddie Mercury:



Es habitual en los conciertos de música popular moderna que el público cante los estribillos y acompañe a la banda en sus temas. Y a veces pone los pelos de punta. Gente que quiere pasarlo bien y canta, grita y se emociona. 

Pero hay veces en las que el público se presta a algo más. Hay veces que el público se convierte en otro músico


 o en un coro



o en un instrumento




Si os soy sincero no me imagino a la señora que tarareaba en Rigoletto cantando el Ave Maria de Gounod con Bobby McFerrin pero seguramente es porque no me la imagino entre ese público (soy consciente de que esto puede sonar bastante snob, pero lo siento así). Hay públicos y públicos y tal vez el público que aplaude a destiempo en Viena no es en el que me gustaría estar. Pero sí hay sitios donde me gustaría haber estado: entre un público que no solo canta a tres voces el estribillo de tu canción sino que es capaz de darte un "sol" cuando se lo pides... 



sábado, 23 de enero de 2021

Absolutely impossible to adapt to language

For my own part, 
I have never had a thought 
which I could not set down in words 
with even more distinctness 
that which I conceived it. 

There is however a class of fancies 
of exquisite delicacy which are not thoughts 
and to which as yet I have found it 
absolutely impossible to adapt to language. 

These fancies arise in the soul, 
alas how rarely, only at epochs 
of most intense tranquillity 
when the bodily and mental 
health are in perfection. 

And those mere points of time 
when the confines of the waking world 
blend with the world of dreams. 

And so I captured this fancy 
where all that we see or seem 
is but a dream within a dream. 

Edgar Allan Poe

(Dadle al "play" mientras releéis lo anterior. Es la voz de Orson Welles)
 



            Son las ocho y media de la mañana. Caminamos hacia la entrada del colegio. Al fondo se distinguen unos nubarrones pero el sol apenas por encima del horizonte consigue desplegar toda una paleta de colores entre el violeta más oscuro y el rosa salmón brillante. Hay azules y grises, naranjas y rojos. Víctor a mi lado dice que también hay amarillo. Yo no lo veo. 

            Parece que las mujeres perciben más colores que los hombres. Supongo que de individuo a individuo la percepción también varía y para algunos de los los colores tenemos nombres aunque nada garantiza que nos refiramos a tonos ni remotamente parecidos pese a utilizar el mismo nombre. Sigo sin saber dónde veía Víctor el amarillo. 



    Sin embargo esa gama de colores es ridículamente baja. De hecho las distintas frecuencias en el rango de la luz visible son virtualmente infinitas. No tenemos ni podemos tener palabras para abarcarlas todas. Lo que sí tenemos son números. Dependiendo del contexto (pantalla de ordenador, artes gráficas, etc.) hay distintas paletas que permiten identificar con bastante precisión cada color. Pantone® es mundialmente conocida por su sistema de definición de colores. Si alguna vez hemos tenido que elegir color para pintar una habitación habremos estado frente a un muestrario en forma de abanico. Si pudiésemos expresar correctamente con palabras cada color (si tuviésemos un "pantone" en nuestra cabeza) no haría falta.


        Nuestra mente categoriza los colores posibles asignándoles nombres. Las fronteras entre esas categorías a veces son difusas para uno mismo y no digamos ya si pretendemos compartir nuestra idea de un “lavanda” o un “rosa”. Y estamos hablando de colores, de frecuencia de luz visible, que es algo perfectamente objetivable y mensurable. Vivimos en un mundo de alta resolución cromática y sin embargo si tenemos que traducirlo a palabras, a lenguaje, nuestro mundo pasa de ser un contínuo cromático a un mundo discreto de baja resolución, como los primeros ordenadores con sus 16 colores. Podemos describir una fotografía con palabras. De hecho podemos añadirle contexto y emoción más allá de la tinta sobre el papel, pero no podemos transmitir todo su contenido a otra persona de tal manera que pueda tener una representación mental de la misma con todo detalle. Sin embargo nada más fácil para un sistema cibernético: traducir a números e interpretarlos al otro lado, aunque el ordenador que recibe la fotografía no sea capaz de apreciar esa mirada melancólica de esa niña. O tal vez sí…

    
    Entre la cocina de mi casa y el balcón hay un hueco practicable con un marco de aluminio y vidrio. Yo creo que es una puerta. Lo cierto es que es abatible para poder ventilar (característica más de “ventana” que de “puerta”) y que en la zona de paso hay un zócalo de dimensiones considerables lo que reduce su practicabilidad como “puerta” ya que si hay que mover algún objeto hay que elevarlo: no es posible arrastrarlo. ¿Es una puerta “rara” o es una ventana con mucha altura?. Estoy seguro de que desde un punto de vista jurídico está perfectamente claro si eso tiene consideración de puerta o de ventana: cualquier cosa susceptible de ser cargada con un impuesto o con una reglamentación lo será. Pero eso no altera la naturaleza del problema: que las fronteras en nuestras categorías mentales no se corresponden con la realidad. Nuestras categorías están “pixeladas” mientras el mundo real no.

    Pongamos otro ejemplo: una mesa. Según la RAE una mesa es: “Mueble compuesto de un tablero horizontal liso y sostenido a la altura conveniente, generalmente por una o varias patas, para diferentes usos, como escribir, comer, etc.”. Imaginemos ahora una mesa como las que podíamos encontrar en muchos estudios de arquitectura antes de la llegada de Autocad. 
 

        En una mesa de dibujo el tablero no es horizontal (en algunos casos puede colocarse de manera horizontal pero no es la posición habitual en la que se encuentra). ¿Deja de ser una mesa? Entiendo que no; lo difícil es hacer coincidir la definición, esto es, los límites de la categoría “mesa” con todos los posibles objetos que merecen ese nombre. Se me ocurre que probablemente haya mesas que no sean muebles sino obras de arte expuestas en museos (y eso no significa que dejen de ser mesas aunque su tablero no esté “a una altura conveniente”) o incluso podríamos inventar una mesa levitante magnéticamente o insertada en la pared como una estantería (sin “una o varias patas”).

            Se suele poner como ejemplo la palabra alemana schadenfraude para describir la sensación de alegría que nos produce que le ocurra algo malo a quien nos cae mal. No existe esa palabra en castellano, sin embargo la sensación sí existe. En el mundo de los sentimientos y las sensaciones la paleta de colores no es menor a las distintas longitudes de onda de la luz y también disponemos de muy pocas palabras para expresarlas. Dicen que el 90% de la comunicación es no verbal. Tal vez por eso siempre me quedo sin palabras, por ejemplo, cuando quiero dar el pésame a alguien ante la muerte de un ser querido. Quieres decir algo que sea reconfortante y cálido, dar un abrazo verbal pero sencillamente es imposible. En la medida de lo posible (en ausencia de pandemias o de distancias inabordables) lo que hay que hacer es estar. Abrazar y callar. El gesto es mucho más significativo que cualquier discurso.

            Esta limitación verbal no es necesariamente una limitación de nuestros procesos mentales. Es cierto que en el proceso de traducción a palabras de nuestros pensamientos, sensaciones o ideas perdemos algo, pero eso no significa que nuestra percepción o nuestros sentimientos carezcan del matiz que las palabras no pueden aprehender. Pero no nos engañemos: pensamientos difusos como los colores de una pequeña sección de un arcoiris cobran a veces precisión al ser cuantificados, expresados, traducidos al lenguaje común. No siempre el lenguaje significa una pérdida de precisión; a veces, como dice Poe en la cita inicial de este texto, permite domesticar un pensamiento vago y difuso como un vaho. A veces los peldaños nos permiten apreciar que el nivel del suelo en ligera pendiente está ascendiendo.

            Imaginemos una inteligencia artificial, algo “sencillo”: un sistema que prediga el precio de una casa al mostrar una fotografía de su fachada. Toda la información que pueda extraerse de esa fotografía está ahí, en esos millones de píxeles: si la tarea es posible un ordenador podrá hacerla. Hay muchas (muchísimas) formas de implementar algoritmos con este propósito (y yo no soy ningún experto en ninguna de ellas) pero la cosa más o menos va así: 

        El ordenador se entrena con miles de fotografías y precios. Para el ordenador la fotografía es una matriz gigante con un montón de filas y columnas. Realizando operaciones matemáticas es capaz de detectar de forma automática patrones (“realidades”) que pueden tener que ver con el precio. Por ejemplo, seguramente es capaz de detectar el número de ventanas y el tamaño de las mismas. Tal vez sea capaz de identificar vegetación y de qué tipo es. Pero no olvidemos que el ordenador está manejando números: seguramente es capaz de encontrar rasgos para lo cuales no tenemos un nombre, como nos pasa con los colores. Tal vez sea capaz de identificar el “mal gusto” del color de la fachada de una casa de nuevos ricos. ¿No seríamos nosotros capaces también de hacer un pronóstico sobre el tipo de gente que vive en una casa viendo su fachada?. Tal vez sí, aunque no sepamos exactamente por qué. Al final nuestro cerebro no deja de ser una red neuronal de una complejidad hoy inasequible a la informática. 

            La justificación de la predicción de la inteligencia artificial no es traducible a conceptos de lenguaje ordinario. Podemos saber a qué resultados de operaciones matemáticas ha dado más peso, a qué otras menos, pero no podemos asociar conceptos a esos resultados. De hecho, el ordenador puede seguir aprendiendo y corrigiendo las ponderaciones que da a cada factor de forma sutil. El ordenador distingue un color salmón “con clase” de un color salmón “hortera” mientras para nosotros es solo color salmón, aunque íntimamente sabemos que uno es elegante y el otro pueda repugnarnos (o viceversa). Y esto puede hacerlo con conceptos a los que no sabemos ni poner nombre. Y puede asignar ponderaciones a todas sus observaciones sin que sus sentimientos afecten a su juicio. Me hace gracia escuchar a determinadas personas hablar de lo que “una red neuronal” (cibernética se entiende) es capaz de hacer mientras desprecian la capacidad de “redes neuronales” infinitamente más capaces (y sugestionables, es cierto) sentadas frente a ellos dentro de un cráneo humano. Al final los procesos deliberativos del ordenador no nos son asequibles y por más que sepamos que hay un algoritmo entrenado detrás de la predicción esta no se diferencia mucho de la de un oráculo. Al final, no lo olvidemos, detrás del oráculo también hay una compleja red neuronal trabajando aunque sus predicciones nos resulten caprichosas. De hecho las historias y cuentos sobre oráculos tienen más que ver con una incorrecta interpretación de sus predicciones que con lo errado de las mismas. (La historia del rey Creso de Lidia al respecto es deliciosa).

            Pero creo que hay algo que nos permite romper con los límites del pixelado del lenguaje. Hay algo que nos permite hackear el sistema y utilizarlo para transmitir más información de la que teóricamente es posible. ¿Por qué un poema es capaz de evocar estados de ánimo mucho más allá de las palabras que contiene?

Ni siquiera

como una remotísima posibilidad

puede llegar nunca a imaginarte;


porque no creía en los milagros.


Ahora sé cómo duelen.
    (Karmelo Iribarren)

            O como decía Poe, ya que hemos empezado con él, en esta frase:
                El paisaje inventado por una imaginación fecunda es más hermoso y, por ende, más exaltador que el paisaje natural.

            ¿Por qué tanta gente queda enganchada al sonido de la siguiente pieza y remueve en ellos una insuperable melancolía?



            No sé si el arte nace con el lenguaje. No sé si nace antes, o después, o no tiene nada que ver. Lo que sí sé es que lo complementa. Rellena los huecos. Pinta los vacíos. Aporta sentido y sensación. Mueve. O me mueve. Pero tal vez yo no haya sido capaz... Y sigo sin ver el amarillo en el cielo.

There is however a class of fancies 
of exquisite delicacy which are not thoughts 
and to which as yet I have found it 
absolutely impossible to adapt to language. 

sábado, 18 de abril de 2020

Lo que aprendí con la Enfermedad de Aujeszky

Soy economista. Ni soy veterinario, ni médico, ni biólogo… mi conocimiento sobre este asunto es meramente instrumental y puede haber errores en el texto que sigue. Afortunadamente tenemos a nuestra disposición una cantidad ilimitada de recursos donde poder contrastar la información y si hay suerte incluso algún profesional que sepa más del asunto que yo puede corregir mis errores o aportar cuestiones que a mí se me escapen. Hecha esta salvedad, procedo: 

 El texto que sigue está motivado por la pandemia de COVID 19 (nombre de la enfermedad) causada por el virus Sars-Cov-2 (nombre del virus). Se están publicando muchísimas cosas pero veo que en la parte relativa a la inmunidad se están diciendo muchas cosas que a mi juicio son incorrectas. No es extraño: la inmunología es una disciplina compleja pero sujeta a que cualquiera con cuatro nociones se preste a sacar conclusiones. Desgraciadamente el asunto es más complicado. Permitidme que os explique cómo aprendí el significado de algunos conceptos y en qué medida pueden extrapolarse a las situación actual hablandoos de una enfermedad a la que sí “me he” enfrentado: la enfermedad de Aujeszky. 

 Seguramente nunca hayas oído hablar de ella y es normal: no es una enfermedad que afecte a los seres humanos sino en general a los cerdos y jabalís. Es mortal en cuestión de horas para perros, gatos y otros mamíferos pero no es prevalente en ellos: mata tan rápido que no da tiempo a que se extienda. Es una enfermedad vírica, un herpevirus (el SuHV-1), lo cual la hace especialmente insidiosa ya que puede permanecer en un animal infectado en estado latente y activarse en cualquier momento posterior. 

 Cuando has visto nacer lechones con Aujeszky (o pseudorrabia) no lo olvidas: lechones pequeños, nacen vivos con dificultad para respirar, temblores y un chillido agudo inconfundible. Imaginar el padecimiento del animal empuja a sacrificarlos inmediatamente. La enfermedad afecta al sistema neurológico, respiratorio y reproductor (toses, estornudos, fiebre, abatimiento, ataxia… ) aunque hay muchos animales asintomáticos (sobre todo a partir de los dos meses de edad) pero que transmiten muy eficazmente la enfermedad. La trasmisión es sobre todo aerógena (aerosoles) y a través de fómites. Parecida a la de nuestro querido Sars-Cov-2 (salvando la distancia del tamaño de la gota).

Las buenas noticias son que en muchos países hemos conseguido erradicar la enfermedad y en España no estamos lejos. Desgraciadamente todavía queda un reservorio en jabalís pero en porcino doméstico está prácticamente erradicada. 

 La erradicación no ha sido casual sino que responde a programas de lucha contra la misma en las que todos los agentes (empresas, administración y agrupaciones de defensa sanitaria) han colaborado activamente. La lucha ha pivotado casi exclusivamente sobre un instrumento: las vacunas. (Pregunta a cualquier veterinario qué opina sobre los antivacunas y después de las carcajadas escúchale con atención). 

Hay muchos tipos de vacunas: activadas (con un virus “vivo”) o inactivadas, con diluyente acuoso u oleoso, utilizando unas cepas u otras del virus (“Begonia”, “783”…). Pero la característica más importante es que existen vacunas marcadas. Una vacuna marcada permite distinguir si la inmunidad humoral (anticuerpos) de un animal ha sido provocada por la vacuna o por haber estado expuesto al virus campo. Pero ya he mencionado una palabra (inmunidad humoral) que es posible que mucha gente desconozca. 

Hay dos tipos de inmunidad adquirida (no innata): la inmunidad humoral y la inmunidad celular. Como he dicho al comienzo de este texto no soy especialista en estas cosas pero os resumo aquí lo que sé o creo saber sobre el asunto: 

  • La inmunidad humoral es la respuesta inmune del organismo frente a patógenos o partículas extracelulares. Intervienen muchos elementos del sistema inmune pero su principal característica es la generación de anticuerpos que se adhieren al cuerpo extraño y lo suprimen. Cuando hacemos una serología para medir niveles de anticuerpos medimos la respuesta del organismo frente a una agresión en su “versión humoral”. En el caso de la enfermedad de Aujeszky era posible distinguir los anticuerpos producidos por una infección “de verdad” y los anticuerpos generados por la vacuna. De esta manera era posible comprobar si la vacuna era efectiva y si llegaba a tiempo. Los niveles de anticuerpos siempre disminuyen en ausencia de desafíos con el virus pero puede quedar una “memoria” sobre cómo fabricarlos. El nivel de anticuerpos en un momento concreto tiene que ver con la intensidad de la respuesta frente a la agresión pero no con la capacidad de respuesta ante una agresión futura: podemos tener niveles bajos pero si nuestro cuerpo sabe fabricar anticuerpos estaremos protegidos. 
  •  Pero hay otro tipo de inmunidad: la inmunidad celular. La inmunidad celular implica otro tipo de mecanismos y se “especializa” el agresiones frente a patógenos que han invadido células del propio cuerpo. El sistema inmune localiza las células infectadas y las destruye. No hay anticuerpos en este mecanismo. Las señales tal transmiten otro tipo de moléculas: las citoquinas (¿os suena de algo con el COVID 19 y la “tormenta de citoquinas”?). El problema con la inmunidad celular es que es muy difícil de medir. Así como la inmunidad humoral presupone que existen unos anticuerpos circulando por el organismo y que podemos detectar, para medir la inmunidad celular hay que medir la actividad de un tipo de linfocitos frente a una agresión externa… es mucho más complicado. Supongo que en contextos de investigación se podrá hacer de alguna manera pero jamás en mi experiencia profesional he tenido en mi mano los resultados de un ensayo de este tipo. 
Pero volvamos a la enfermedad de Aujeszky. Para su erradicación era fundamental tener al “virus campo” bajo control teniendo a todos los animales inmunes utilizando vacunas y no introduciendo animales positivos bajo ningún concepto. Las vacunas marcadas eran fundamentales ya que antes de introducir ningún animal (madres o verracos reproductores) a una granja podían ser analizados. No obstante, tal y como he señalado antes, el virus podía permanecer latente en algunos animales y despertar en cualquier momento. Que la cabaña estuviese correctamente inmunizada era vital y eso obligaba (y obliga) a seguir unos planes vacunales estrictos. 

La vacuna de los animales reproductores sigue unas pautas más o menos adaptables con vacunaciones, revacunaciones y seguimientos serológicos para poder adecuar el momento de cada vacuna exactamente igual que como hacemos con el calendario vacunal de nuestros hijos. Pero había un momento en el que aparecía el siguiente problema.

Las cerdas transmiten inmunidad a su camada. Bien sea por mecanismos anteriores al parto o a través del calostro los lechones de cerdas inmunizadas nacen con cierto grado de inmunidad. Es una inmunidad de tipo humoral (anticuerpos) pero no la han desarrollado ellos mismos sino que son anticuerpos “heredados” de sus madres. Esto está bien por que protege a los lechones durante las primeras semanas de vida pero tiene un problema: puede anular los efectos de la primera vacunación y dejar a los lechones expuestos y sin protección. Explico esto con más detalle: los lechones tiene anticuerpos en su sangre que no han generado ellos ni saben cómo generar más. Frente a un desafío externo, bien sea virus campo o virus vacunal, esos anticuerpos se utilizan, y se “acaban”. Una vacunación excesivamente temprana puede pues anular la inmunidad maternal, no generar inmunidad adquirida, y dejar a los animales expuestos al virus campo. La vacuna haría lo contrario de lo que debería hacer. 

La duración de la respuesta inmune del lechón depende del nivel de anticuerpos de su madre y mientras en algunos individuos puede durar muchas semanas en otros apenas durará unos días. Es absolutamente inviable conocer el estado serológico de cada animal en cada momento por lo que es necesario buscar una solución que permita proteger al lechón hasta que podamos vacunarlo convenientemente y sin riesgo. Y hay una solución: la vacunación intranasal. 

La vacunación intranasal no es otra cosa que utilizar la misma (exactamente la misma) vacuna que se utiliza de forma inyectada (intramuscular) y rociarla en forma de aerosol (no seamos tampoco muy estrictos con el tamaño de las gotitas) dentro de las fosas nasales de los lechones. La respuesta inmune de los lechones es puramente inmunidad celular (no utilizan los anticuerpos maternales) y quedan protegidos frente a desafíos del virus campo durante varias semanas. Como decía antes, esta inmunidad celular que se activa con la presentación del virus en las mucosas nasales no genera anticuerpos pero protege al animal durante el tiempo necesario hasta poderlo vacunar intramuscularmente. La vacuna intramuscular proporciona las dos respuestas inmunes: la humoral (que podemos medir y evaluar la eficacia de la vacuna) y la celular. 


 Y básicamente esto es lo que aprendí sobre inmunidad luchando contra el Aujeszky. ¿Sirve algo de todo esto para analizar la situación contra el COVID 19?. Yo creo que sí. Adelanto algunas cosas, reflexiones, dudas y criterios al respecto: 

  • Los test serológicos son importantes para saber quién ha pasado la enfermedad, pero desconocemos cómo es la respuesta inmune de las personas asintomáticas. Su nivel de anticuerpos puede ser muy inferior al de las personas con síntomas o graves y eso no significa que no sean inmunes.
  • La mayor parte no son muy fiables. Dan lecturas cruzadas con otros anticuerpos, etc. 
  • Miden inmunidad humoral, no celular. El Sars-Cov-2 es un virus y la verdaderamente importante es la inmunidad celular mucho más difícil de medir. La famosa “tormenta de citoquinas” que mata a los pacientes más graves es un episodio de inmunidad celular. 
  • Se transmite por gotitas que inhalamos: el mismo mecanismo de la vacuna intranasal. No sería de extrañar que los casos asintomáticos o con poca sintomatología den una tasa de anticuerpos muy baja. Eso no significa que no hayan desarrollado una inmunidad sino que esa inmunidad es sobre todo celular y difícil de medir. En concreto la inmunidad que ha podido desarrollar el personal sanitario puede ser en gran parte de ese tipo.
Por todo esto pido calma... ni niveles bajos de anticuerpos significan nada más de lo que significan, ni ausencia de anticuerpos significa ausencia de inmunidad. Tengamos paciencia. En algún momento esto terminará y en otro momento (desgraciadamente mucho más tarde) sabremos realmente qué ha pasado. 

jueves, 17 de noviembre de 2016

Los datos son los datos (III)

Esta entrada surge a raíz de una animada charla con unos amigos en la sobremesa de una cena de hace unos meses. En la conversación salió el tema de la foralidad, la autonomía fiscal y las balanzas fiscales. Como sabrán quienes me conozcan yo no soy especialmente foralista. De hecho estoy a favor de la mayor homogeneidad fiscal posible en un ámbito cuanto mayor mejor: ¡ojalá tuviésemos todos los europeos la misma legislación fiscal!. Pero esto no deja de ser una posición ideológica que estoy dispuesto a revisar si se me presentan buenos argumentos en contra. Y exactamente esto es lo que pasó.

Llegados a un punto en la discusión sobre las balanzas fiscales (cuya elaboración es compleja y los criterios aplicados a los territorios forales no dejan de ser algo arbitrarios) mi interlocutor utilizó un argumento francamente bueno: ¿Qué pasa si la supuesta "ventaja" que tienen País Vasco y Navarra se debe a que sus haciendas locales son más eficaces recaudando que la Agencia Tributaria? ¿Es posible que las "agencias tributarias" locales sean mucho más eficaces en la recaudación y en consecuencia sea justo desde ese punto de vista que esos territorios estén mejor financiados?. El argumento es bueno: si las haciendas forales recaudan más y mejor parece lógico que sus territorios están mejor financiados. Si el cupo (o la aportación en el caso navarro) está bien calculado en cuanto a la parte que se debe contribuir a los gastos comunes ¿por qué no van a disfrutar estos territorios de los impuestos recaudados de más merced a la eficiencia de sus haciendas locales?.

Con tanta seguridad hablaba mi interlocutor sobre la eficiencia de las haciendas forales que terminé por pensar que seguramente tenía razón. No me gusta el sistema pero es posible que fuese más eficiente. Tal vez debería revisar mis opiniones al respecto.

El problema es que pese a que estoy dispuesto a aceptar argumentos de autoridad no puedo dejar de tratar de contrastarlos en la medida de mis posibilidades. ¿Es posible contrastar si las haciendas forales son más eficientes en la recaudación que la Agencia Tributaria?. ¿Y con datos públicos?.

Se me ocurrió que la mejor forma de comprobar si esto tenía visos de ser cierto era calcular el porcentaje respecto al PIB de cada zona el porcentaje que suponen los impuestos recaudados por cada agencia. Excluyo pues las cotizaciones a la seguridad social y los impuestos y tributos cedidos a las comunidades autónomas y me centro en los más importantes: IRPF, IS, IVA e Impuestos Especiales. Si el porcentaje respecto al PIB de dichos impuestos (presión fiscal) en el País Vasco y Navarra es superior a la media nacional significa que las haciendas forales podrían ser más eficaces que la Agencia Tributaria española. De hecho, lo normal sería que recaudasen un poquito más puesto que son zonas de renta más alta y el IRPF debería ser algo superior en promedio.

Los datos que he podido recopilar (las fuentes las enlazaré al final del artículo) se resumen en el siguiente cuadro:

Está claro. Navarra recauda de media 0,36 puntos porcentuales menos que el Estado en la suma de los cuatro principales impuestos y el País Vasco casi 0,7 puntos más. No hay gran diferencia. El caso de Navarra es un poco peculiar porque se trata de una comunidad muy pequeña donde, por ejemplo, el hecho de que Volkswagen dé las vacaciones en Julio o en Agosto afecta significativamente a las cifras macroeconómicas. Apenas hay diferencia con el Estado. En el caso del País Vasco sin embargo aparentemente mi interlocutor (de Bilbao, para más señas) tenía razón.

La verdad es que si me hubieran presentado estos datos ya elaborados desde una fuente fiable yo ya no habría indagado mucho más. Para mi desgracia no fue así sino que tuve que elaborarlos yo a partir de información más desagregada y es precisamente en ese proceso de agregación donde vi cosas raras. Pero antes de continuar déjenme que explique de forma muy sucinta algunas cosas sobre los anteriores impuestos.

El IRPF e IS son impuestos directos que las haciendas recaudan a los sujetos pasivos (personas físicas, empresas...) residentes en cada territorio. El IRPF es un impuesto progresivo por lo que en principio es de esperar que regiones más ricas recauden algo más que las regiones más pobres a igualdad de tipos impositivos. Uno esperaría una mayor recaudación por IRPF en las haciendas forales.

El IVA y los Impuestos Especiales tienen sin embargo sus peculiaridades. En el caso del IVA el sujeto pasivo, quien paga, somos Vd y yo como consumidores cada vez que compramos algo. Sin embargo el impuesto lo liquidan las empresas de toda la cadena productiva. Lo expliqué una vez en esta entrada. Esta peculiaridad del IVA significa que la recaudación que pueden efectuar las haciendas forales no se corresponde con los impuestos efectivamente pagados por sus consumidores. Tanto vascos como navarros pagamos IVA cada vez que compramos algo pero dichos impuestos se liquidan solo parcialmente en nuestra hacienda foral. Es necesario pues hacer un ajuste. Y dicho ajuste está previsto tanto en el Concierto vasco como en el Convenio navarro de la misma manera. Se puede consultar aquí (página 35): el ajuste tiene en cuenta algunos factores adicionales como el volumen de exportaciones e importaciones pero básicamente lo que trata de hacer es calcular el IVA teórico en relación al consumo, compararlo con el recaudado y calcular la diferencia. Dicho de otra manera: se calcularía cuánto es el consumo total durante un año de un territorio foral, se le aplica el tipo medio de recaudación del IVA y esto nos da la cifra teórica de IVA que corresponde a ese territorio. Posteriormente vista la diferencia entre esa cifra y la efectivamente recaudada y se hace una transferencia compensatoria. Nótese que si las haciendas forales hiciesen total dejación de funciones y no recaudaran ni un solo euro de IVA acabarían ingresando lo mismo puesto que la diferencia entre la recaudación real y la teórica sería muy grande. De la misma manera, si fuese extraordinariamente eficaz el saldo entre real y teórica se reduciría. La eficacia de las haciendas forales NO afecta a los ingresos fiscales por IVA ya que los mismos dependen de un cálculo con el Estado y se ajustan respecto a la recaudación por diferencia.

Así pues, si desglosamos por impuestos unas haciendas forales más eficaces mostrarían una mayor recaudación en los impuestos directos (IRPF e IS) y una recaudación similar al resto del estado en los impuestos indirectos (ajustada al nivel de consumo). En las siguiente tabla muestro el resumen para los impuestos directos:

Se aprecia claramente que en el Estado se recauda un porcentaje superior tanto en IRPF como en IS pese a que tanto Navarra como País Vasco son comunidades de rentas más altas y más industrializadas que el resto. La diferencia es muy sustancial en el caso de Navarra (casi 1,5% inferior en términos de PIB) pero tampoco es pequeña en el caso del País Vasco (casi 1%). Y estos son los impuestos en los que deberíamos apreciar la "mayor eficacia recaudatoria". Por contra, veamos que pasa con los indirectos:
Resulta que los impuestos cuyo montante NO depende de la eficacia recaudatoria sino de un cálculo entre administraciones es donde la supuesta presión fiscal es mayor. 

Mi conclusión es que las agencias tributarias forales NO son más eficaces que la Agencia Tributaria. Y que antes de empezar a pensar en montar Agencias autonómicas deberíamos evaluar con criterios de eficiencia y justicia distributiva.


Fuentes de los datos:

Para el PIB he tomado los datos del INE de su Contabilidad Regional descontando el PIB de Navarra y País Vasco a la hora de calcular los porcentajes. Se puede consultar aquí.

Respecto a los datos de recaudación están tomados de las estadísticas del sistema tributarios español que se pueden consultar aquí.

Si alguien tuviese muchísimo interés en ver cómo he hecho los cálculos que me deje una nota en los comentarios y le paso la hoja de cálculo, o la cuelgo de algún sitio si verdaderamente alguien cree que vale la pena.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Los datos son los datos (II)

Uno de los debates que se suscitan a menudo en las conversaciones de cuñadeo sobre Economía tiene que ver con cuántos impuestos pagamos los españoles y sobre si estos deben subirse o no. Lo habitual es comparar el nivel de presión fiscal en distintos países. Sí... hay quién utiliza el concepto de "esfuerzo fiscal" pero me van a permitir que mi honestidad intelectual me impida utilizar trucos malabares para justificar lo injustificable: razón aquí

La discusión suele ir en los términos de que el gasto que realiza nuestro sector público es muy parecido al que realizan los países de nuestro entorno mientras que la recaudación fiscal está muy por debajo. Puesto que en algún momento la recaudación y el gasto deben ir acompasados la conclusión más obvia es que necesitamos aumentar la recaudación si queremos parecernos a nuestros amigos europeos. (Si no queremos parecernos podemos hacer otras cosas como bajar el gasto, pero eso es otra discusión. Prefiero parecerme a Alemania que a Moldavia.)

Los datos sobre presión fiscal que podemos obtener de Eurostat para 2014 se resumen en el siguiente gráfico de elaboración propia:

Parece claro que tenemos un problema de recaudación. Sin embargo a mí me cuesta mucho aceptar que se hayan de subir los impuestos: al fin y al cabo a nadie le gusta pagar más. 

España paga un 34,4% de su PIB en impuestos mientras que la media de los países de nuestro entorno está cerca del 40%. Ahora bien... los impuestos los satisface la economía "que se ve". La economía sumergida (incluída en el PIB) no tributa. ¿Y si calculamos los impuestos satisfechos en cada país excluyendo del cálculo la economía sumergida? ¿Puede ser que la presión fiscal en España en ese caso fuese comparable a los países de nuestro entorno? ¿Podría ser que una subida de impuestos que afectase de nuevo sólo a los que pagamos impuestos convirtiera esto en un infierno fiscal en comparación con nuestro entorno? A mí la idea me gustaba, pero ya os adelanto algo: estaba equivocado.

Lo primero que necesitamos para poner a prueba nuestra hipótesis es una estimación homogénea y fiable (dentro de lo posible) de la economía sumergida en los distintos países. Afortunadamente Scheneider se ocupa de ello y publica regularmente informes sobre la evolución de la misma. Una vez disponemos de una estimación de la estimación del PIB "visible" podemos calcular en porcentaje cuanto supone la presión fiscal sobre dicha cantidad. Por ejemplo: si la presión fiscal en España es del 34,4% pero tenemos un 18,5% de economía sumergida podemos calcular cuánto supone ese 34,4 sobre el 81,8% de economía visible. En este caso un 42,2% de, llamémosla así, presión fiscal B ¿Y si hacemos esto para todos los países?.

En la tabla que presento a continuación se muestran las estimaciones (2014) de economía sumergida, presión fiscal, ranking (de menor a mayor) de presión fiscal, presión fiscal B y ranking según presión fiscal B.


España era el duodécimo país con menor presión fiscal y una vez excluido el efecto de la economía sumergida pasa a ser el décimo. Esto es, computando el efecto de la presión fiscal los países de nuestro entorno pagan algo más de impuestos que nosotros también. 

Conclusión: nuestro problema de eficacia recaudatoria NO se debe a nuestra economía sumergida. Y sí... muy a mi pesar me temo que no va a quedar otra que subir los impuestos.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Los datos son los datos (I)

Esta es la primera de tres entradas del blog con el título "Los datos son los datos". Cada una de las tres entradas se corresponde con el intento de contrastar mediante información públicamente disponible tres afirmaciones con las que me he topado.

Empezaré con el ejemplo más sencillo. Me encontré la siguiente frase atribuida a Fernando Savater:
 Me llamó la atención. No tengo la impresión de que la ópera sea especialmente barata, como tampoco lo son los libros, los festivales de teatro, etc. De hecho sospecho que aunque entiendo lo que Savater quiere decir esa frase es rotundamente falsa.

¿Cómo podemos comprobar si lo que dice Savater es cierto?. Lo cierto es que primero necesitaríamos una buena definición de "persona culta" y luego encontrar estadísticas sobre los patrones de ocio en relación a esa definición. Eso no existe, pero sí que podemos utilizar una variable relacionada con la anterior para la que sí tenemos estadísticas: el nivel de formación. Es cierto que hay doctores universitarios absolutamente cafres y gente con formación muy elemental que sin embargo han desarrollado un fuerte amor por la cultura pero el nivel de formación puede ser una variable indicativa bastante buena. No es arriesgado suponer que el grupo de licenciados universitarios será en promedio más culto que el de personas que no han finalizado los estudios primarios.

Si estamos de acuerdo en que el nivel de formación alcanzado puede ser una medida indirecta del nivel cultural tenemos suerte ya que podemos saber cuánto gastan en ocio las personas según su nivel de formación mediante la Encuesta de Presupuestos Familiares que publica el INE. En concreto podemos consultar los datos aquí.

Pongo aquí la tabla que muestra el INE para el año 2015 en relación al gasto efectuado en actividades de "Ocio, espectáculos y cultura", o sea, en terminología de Savater "el dinero que se necesita para rellenar el tiempo libre".


Como se puede ver tanto los gastos por hogar, como por persona son crecientes en la medida en la que crece el nivel de formación. Pero no solo eso: la proporción de gasto también. Un hogar cuyo sustentador principal no ha alcanzado la primera etapa de la educación secundaria destina un 3,65% de su gasto total a actividades de ocio mientras que uno cuyo sustentador principal tiene estudios universitarios pasa del 7%. No solo gastan más euros, también gastan una mayor proporción.

Los datos son los datos. 

miércoles, 8 de junio de 2016

¿De verdad se recauda más al reducir el fraude fiscal?


Se acercan las elecciones y todos los partidos prometen luchar contra el fraude fiscal. Vaya por delante que me parece que es lo que tienen que hacer todos. Me parece algo tan elemental que no entiendo cómo no hay grandes acuerdos todos los niveles para prevenirlo. Pero deben hacerlo por una mera razón de justicia.  Soy por el contrario muy escéptico respecto a la posibilidad de que una reducción del fraude mejore significativamente la situación de nuestras finanzas públicas.

"¿Cómo? Pedro... ¿te has vuelto loco o qué?. Si se recauda más mejoraremos nuestro déficit y dispondremos de más recursos públicos... ¿no?"

Sin duda ese es el argumento del titular del periódico cada vez que se desmantela una red de fraude, o cuando el ministro o consejero de turno nos vende los éxitos de su administración con cifras relativas a operaciones antifraude. Sin embargo yo no estoy muy seguro de que esos ingresos sean estrictamente adicionales al resto de recaudación. Pueden serlo a muy corto plazo pero sospecho que a largo plazo apenas signifiquen algo. Dicho de otra manera: lo que recaudas por un lado no lo recaudas por otro. Déjenme que me explique con un modelo muy, pero que muy sencillo.

LA RENTA TIENE UN FLUJO CIRCULAR

En cualquier manual de Economía se describe el "flujo circular de la renta". Funciona más o menos así: Patxi sale al monte y coge unos kg de hongos, acude a donde su amigo Martín (dueño de un restaurante) y se los vende por 100€. A continuación coge los 100€ y compra unos chuletones a Aitor (el carnicero) para invitar a sus amigos. Aitor con los 100€ paga a Raimundo, el mayorista de carne 80€ y con los otros 20€ paga a Félix, su empleado. Raimundo usa parte de los 80 para pagar a sus trabajadores y otra parte para pagar al ganadero, mientras que Félix va al restaurante de Martín y se toma un revuelto de hongos por 20€.... y así sucesivamente. Toda la economía del país está basada en una cadena interminable de intercambios que se suceden en el tiempo.

En el ejemplo que he puesto nadie ahorra (todo el dinero que reciben se lo gastan en los siguientes eslabones de la cadena) y nadie paga impuestos. Los 100€ iniciales de los hongos que cogió Patxi "reverberan" con igual intensidad en cada intercambio de forma indefinida. La renta que se genera a largo plazo es infinita (100+100+100+100+...). Sin embargo en la realidad no todo el mundo gasta todo lo que tiene: algunos retiran una parte y la ahorran de modo que en la siguiente iteración circula una menor cantidad de dinero. Por ejemplo si la tasa de ahorro es de un 10% en el ejemplo anterior Patxi habría gastado solo 90€ en chuletones y Aitor habría tenido que pagar menos a Raimundo por una cantidad inferior de carne, y a lo mejor Félix no se habría gastado todos los 20€ en el restaurante...

¿Hay alguna manera de poner orden en todo esto?

La verdad es que sí (por lo menos sobre el papel) y es el núcleo de los modelos keynesianos: el multiplicador.

EL MULTIPLICADOR KEYNESIANO

En el primer ejemplo, donde no había ahorro (donde nada salía del flujo circular de la renta) los efectos de la transacción inicial se multiplicaban hasta el infinito. La renta generada en un año equivaldría a la suma de las transacciones llevadas a cabo durante el mismo. Sin embargo en el modelo con ahorro la suma ya no es infinita sino que tiene un valor que podemos calcular. La suma sería:

100€ + 90€ + 81€ + 72,9€ + 65,61 + ....

esto es: la suma de los infinitos términos de una progresión geométrica de razón 0,9 (porque la tasa de ahorro es el 10%).

Si desempolvamos las matemáticas del instituto recordaremos que la fórmula para dicha suma es:

S = a1 / ( 1 - r)

En este caso: 100 / (1 - 0,9) = 1000

Los 100€ iniciales acaban generando una renta de casi 1000€ tras un número lo suficientemente alto de transacciones. El multiplicador es 10.

El modelo se puede complicar hasta la náusea y de hecho se hace. Pero parece que estoy divagando...

INTRODUZCAMOS LOS IMPUESTOS

Hasta ahora no hemos hablado de impuestos aquí y se supone que estoy hablando de recaudación fiscal y de fraude... centrémonos

Vamos al ejemplo anterior y supongamos que no hay ahorro pero que en cada transacción hay que satisfacer unos impuestos del 10%. A efectos numéricos el resultado es el mismo: si cada personaje satisface un 10% en impuestos cada vez que cobra lo que le queda de renta disponible es el 90% de su renta inicial. La suma de términos es la misma que la del ejemplo:

Sujeto:   Patxi -> Aitor -> Félix -> Raimundo...
Renta:     100  ->   90  ->    81 -> 72.9 -> ...
Impuestos:  10  ->    9  ->   8.1 -> 7.29 -> ...

Al final la renta generada suma 1000€ y los impuestos recaudados suman 100€ (aplicando la fórmula anterior para la línea de los impuestos).

Vamos a suponer ahora que algunos de nuestros personajes no son todo lo honrados que cabría esperar:

Sujeto:   Patxi -> Aitor -> Félix -> Raimundo...
Renta:     100  ->   100 ->    90 ->     90 -> ...
Impuestos:  0  ->     10 ->     0 ->      9 -> ...

Como vemos en el ejemplo Patxi y Félix son defraudadores. No pagan impuestos. Eso significa que tienen una mayor renta disponible que "traspasan" al siguiente escalón, que cobra más y simultaneamente tributa más de lo que hacía antes. En este ejemplo vemos que la suma (la renta total generada) es superior a la anterior, pero el estado recauda al final el mismo importe, aunque algo más tarde.

El modelo es infinitamente sencillo y es muy fácil complicarlo con supuestos más realistas pero me permite ilustrar lo que quiero decir. El hecho de que haya unos "jetas" que no pagan sus impuestos se propaga de forma positiva en las siguientes transacciones. Por poner un ejemplo ridículo pero sencillo: si atrapan al narcotraficante su jardinero se queda sin trabajo y no puede pagar impuestos.

"¿Estás justificando el fraude?... Jamás pensé eso de ti"

NO. No justifico el fraude de ninguna manera. Es más me repugna especialmente pero por otros motivos. De nuevo pongo otro ejemplo:

Luciano y Luis son fontaneros. Luciano es defraudador: ofrece presupuestos sin IVA, no tiene dados de alta a sus empleados en la seguridad social y además fuma puros en su despacho contraviniendo las normas laborales. Luis por el contrario cumple escrupulosamente con todas sus obligaciones fiscales y además hace deporte todas las mañanas. Luciano puede ofrecer presupuestos más baratos y hace muchos más trabajos que Luis. Además como no declara puede permitirse vivir a todo trapo en un chalet con piscina climatizada. Luis a veces se gana la vida y otras no. ¿Es justo esto? NO. El defraudador es un sinvergüenza porque delinque para obtener una posición de ventaja y tener un nivel de vida superior al que podría aspirar haciendo las cosas bien. Es por esto por lo que creo que la lucha contra el fraude debe intensificarse: por una mera cuestión de justicia tal y como decía al principio.

El modelo anterior no es más que una forma de ilustrar que en la medida que las cantidades defraudadas no salen del flujo de la renta tarde o temprano acaban pasando por taquilla. Por eso no creo que intensificar la lucha contra el fraude vaya a mejorar espectacularmente (algo sí, seguro, pero nada para volverse loco) el estado de nuestras finanzas. Lo recaudado por las unidades antifraude son una ilusión ya que lo que se deja de recaudar más adelante es "invisible". Eso sí, los que pagan están en peor situación que los que no pagan... y por ahí no debemos pasar.

Y ahora... después de leer esto ¿vais a volver a aceptar un presupuesto sin IVA?