jueves, 8 de septiembre de 2016

Los datos son los datos (II)

Uno de los debates que se suscitan a menudo en las conversaciones de cuñadeo sobre Economía tiene que ver con cuántos impuestos pagamos los españoles y sobre si estos deben subirse o no. Lo habitual es comparar el nivel de presión fiscal en distintos países. Sí... hay quién utiliza el concepto de "esfuerzo fiscal" pero me van a permitir que mi honestidad intelectual me impida utilizar trucos malabares para justificar lo injustificable: razón aquí

La discusión suele ir en los términos de que el gasto que realiza nuestro sector público es muy parecido al que realizan los países de nuestro entorno mientras que la recaudación fiscal está muy por debajo. Puesto que en algún momento la recaudación y el gasto deben ir acompasados la conclusión más obvia es que necesitamos aumentar la recaudación si queremos parecernos a nuestros amigos europeos. (Si no queremos parecernos podemos hacer otras cosas como bajar el gasto, pero eso es otra discusión. Prefiero parecerme a Alemania que a Moldavia.)

Los datos sobre presión fiscal que podemos obtener de Eurostat para 2014 se resumen en el siguiente gráfico de elaboración propia:

Parece claro que tenemos un problema de recaudación. Sin embargo a mí me cuesta mucho aceptar que se hayan de subir los impuestos: al fin y al cabo a nadie le gusta pagar más. 

España paga un 34,4% de su PIB en impuestos mientras que la media de los países de nuestro entorno está cerca del 40%. Ahora bien... los impuestos los satisface la economía "que se ve". La economía sumergida (incluída en el PIB) no tributa. ¿Y si calculamos los impuestos satisfechos en cada país excluyendo del cálculo la economía sumergida? ¿Puede ser que la presión fiscal en España en ese caso fuese comparable a los países de nuestro entorno? ¿Podría ser que una subida de impuestos que afectase de nuevo sólo a los que pagamos impuestos convirtiera esto en un infierno fiscal en comparación con nuestro entorno? A mí la idea me gustaba, pero ya os adelanto algo: estaba equivocado.

Lo primero que necesitamos para poner a prueba nuestra hipótesis es una estimación homogénea y fiable (dentro de lo posible) de la economía sumergida en los distintos países. Afortunadamente Scheneider se ocupa de ello y publica regularmente informes sobre la evolución de la misma. Una vez disponemos de una estimación de la estimación del PIB "visible" podemos calcular en porcentaje cuanto supone la presión fiscal sobre dicha cantidad. Por ejemplo: si la presión fiscal en España es del 34,4% pero tenemos un 18,5% de economía sumergida podemos calcular cuánto supone ese 34,4 sobre el 81,8% de economía visible. En este caso un 42,2% de, llamémosla así, presión fiscal B ¿Y si hacemos esto para todos los países?.

En la tabla que presento a continuación se muestran las estimaciones (2014) de economía sumergida, presión fiscal, ranking (de menor a mayor) de presión fiscal, presión fiscal B y ranking según presión fiscal B.


España era el duodécimo país con menor presión fiscal y una vez excluido el efecto de la economía sumergida pasa a ser el décimo. Esto es, computando el efecto de la presión fiscal los países de nuestro entorno pagan algo más de impuestos que nosotros también. 

Conclusión: nuestro problema de eficacia recaudatoria NO se debe a nuestra economía sumergida. Y sí... muy a mi pesar me temo que no va a quedar otra que subir los impuestos.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Los datos son los datos (I)

Esta es la primera de tres entradas del blog con el título "Los datos son los datos". Cada una de las tres entradas se corresponde con el intento de contrastar mediante información públicamente disponible tres afirmaciones con las que me he topado.

Empezaré con el ejemplo más sencillo. Me encontré la siguiente frase atribuida a Fernando Savater:
 Me llamó la atención. No tengo la impresión de que la ópera sea especialmente barata, como tampoco lo son los libros, los festivales de teatro, etc. De hecho sospecho que aunque entiendo lo que Savater quiere decir esa frase es rotundamente falsa.

¿Cómo podemos comprobar si lo que dice Savater es cierto?. Lo cierto es que primero necesitaríamos una buena definición de "persona culta" y luego encontrar estadísticas sobre los patrones de ocio en relación a esa definición. Eso no existe, pero sí que podemos utilizar una variable relacionada con la anterior para la que sí tenemos estadísticas: el nivel de formación. Es cierto que hay doctores universitarios absolutamente cafres y gente con formación muy elemental que sin embargo han desarrollado un fuerte amor por la cultura pero el nivel de formación puede ser una variable indicativa bastante buena. No es arriesgado suponer que el grupo de licenciados universitarios será en promedio más culto que el de personas que no han finalizado los estudios primarios.

Si estamos de acuerdo en que el nivel de formación alcanzado puede ser una medida indirecta del nivel cultural tenemos suerte ya que podemos saber cuánto gastan en ocio las personas según su nivel de formación mediante la Encuesta de Presupuestos Familiares que publica el INE. En concreto podemos consultar los datos aquí.

Pongo aquí la tabla que muestra el INE para el año 2015 en relación al gasto efectuado en actividades de "Ocio, espectáculos y cultura", o sea, en terminología de Savater "el dinero que se necesita para rellenar el tiempo libre".


Como se puede ver tanto los gastos por hogar, como por persona son crecientes en la medida en la que crece el nivel de formación. Pero no solo eso: la proporción de gasto también. Un hogar cuyo sustentador principal no ha alcanzado la primera etapa de la educación secundaria destina un 3,65% de su gasto total a actividades de ocio mientras que uno cuyo sustentador principal tiene estudios universitarios pasa del 7%. No solo gastan más euros, también gastan una mayor proporción.

Los datos son los datos.